LO QUE NOS UNE
Publicado el 19/05/09 a las 1:26 am
Por Constanza Moreira
Durante estas últimas semanas, y en una suerte de teorización acerca de la competencia interna en el Frente Amplio, volvió a resurgir la tesis de las «dos izquierdas». Una izquierda responsable, y otra irresponsable. Una izquierda socialdemócrata y la otra populista (en Uruguay, se prefiere usar la palabra «pobrismo»). Una que sabe administrar bien el capitalismo, y otra que sólo produce desequilibrios. Una que negocia, y otra que impone. La competencia por la candidatura presidencial en el FA hoy, evidenciaría estas dos izquierdas en forma clara. Al parecer, y según los últimos datos de Bottinelli, también para la gente la diferenciación es clara: los pobres están votando el «pobrismo» y las clases medias educadas prefieren una administración responsable del capitalismo. No hay nada más racional que los propios intereses y, cuando la política los refleja, se vuelve más comprensible para todos.
Sin embargo, buena parte de la izquierda ha reaccionado contra la tesis de las dos izquierdas. Y es que estas calificaciones, en general, han tenido como objetivo legitimar una versión como la adecuada, y desechar otra. La izquierda siente que su unidad está en peligro, si se abonan tesis divisionistas. Y probablemente tenga razón, aunque el debate sobre la orientación estratégica del cambio no debe inhibirse porque esté en juego la unidad. Hay muchas maneras de ver las cosas, probablemente tantas como lugares existan. Desde el gobierno se ve de una manera. Desde los sindicatos, se ve de otra. Las «bases» del Frente Amplio, probablemente, la vean de otra. Y los ciudadanos tendrán la palabra, finalmente, a la hora de votar.
Hay cosas, sin embargo, comunes a todas las izquierdas. Su vocación de cambio, su representación de «los de abajo», y su oposición al status quo imperante.
Si algo ha caracterizado a las izquierdas, en toda América Latina, antes, durante y después de la guerra fría, es su postura desafiante ante el sistema político. Estos partidos y movimientos nuevos, vinieron a desafiar el status quo tradicional, y eso fue el peronismo en Argentina, Chávez en Venezuela, el Frente Amplio en Uruguay, el PT en Brasil, y Evo Morales en Bolivia. Como los sistemas políticos varían de país en país, las izquierdas varían de país en país. Sí, claro, no hay una sola izquierda, ni nunca la hubo. Las representaciones políticas de la izquierda toman forma dependiendo de tiempo y lugar.
Pero más allá de estas diferencias, la vocación de las izquierdas ha sido siempre de desafío al sistema. Son críticas de las instituciones políticas, cuestionan la «ideología dominante», y expresan, desde siempre, el inconformismo. Estas izquierdas, cuando son «exitosas» políticamente, cambian la faz del sistema de partidos. A veces, sin embargo, fracasan, y se adaptan de tal manera, que luego se vuelven irreconocibles del resto. Muchas veces no consiguen articular los apoyos necesarios, y se terminan adelgazando, volviendo puramente testimoniales. Muchas, muchas veces, han sido salvajemente reprimidas: y la larga historia política de la América Latina del siglo XX abunda en ejemplos.
La representación «de los de abajo» es mucho más antigua que el propio término «izquierda», y al menos, desde la república romana, existieron instituciones destinadas a representar a la plebe. Pero para la izquierda, esto ha sido un destino, una prueba, y una vocación.
Una parte de las izquierdas que conocemos, no empezaron representando a «los de abajo». Difícilmente hubieran sido una opción electoral para los más pobres, o los de menor educación relativa. En general, el núcleo de estas izquierdas (el PT en Brasil, o el FA en Uruguay) estaba en las grandes ciudades, en los más jóvenes, en los educados. No estaba en el campo, ni en los cordones suburbanos, ni era la favorita entre los que no habían llegado a secundaria.
Pero de un modo u otro, eso fue cambiando y, en la mayoría de los países donde hoy gobierna la izquierda, lo hace en buena medida porque conquistó el apoyo «de los de abajo». Los datos de diferenciación social del voto que escuchamos todos los días en las encuestas, nos muestran que, en nuestro país, eso se está dando en forma cada vez más acentuada. Los estratos socioeconómicos medios bajos, bajos, y muy bajos, votan mayoritariamente al Frente Amplio. En cambio, las clases medias altas educadas, y las clases altas, votan hoy, mayoritariamente al Partido Nacional. Esta diferenciación social (que expresa también una fractura social), cuando se vuelve política, ayuda a entender lo que une. Y no hay que olvidar que los más pobres, sólo tienen su voto. Las clases medias y medias altas, educadas, tienen otras miles de maneras de influir en la sociedad. El voto es sólo una más.
Finalmente, lo que une a las izquierdas es la vocación de cambio. Pero esto es lo más difícil de sostener, especialmente cuando la izquierda asume el gobierno. La administración de un país, de su burocracia, de sus cuentas públicas, de sus conflictos, de las relaciones con los vecinos, es tan pero tan difícil de gerenciar todos los días, que cualquier vocación de cambio se erosionará por el camino. Y esto es, hasta cierto punto, esperable. Lo muestran las experiencias de gobiernos de izquierda en algunos de los países de América Latina. Otros, en cambio, han sido más audaces. Y también, mucho más conflictivos.
Es difícil procesar cambios, sin aceptar el conflicto como inevitable. Y existen muchas razones para evitar el conflicto, el riesgo, los cambios de imprevisibles consecuencias. Las fuerzas conservadoras en la naturaleza humana, diría Maquiavelo, son enemigas de la innovación. Si podemos administrar las cosas sin conflictos, ¿no es mejor? ¿A quién le sirve el conflicto? Pero los conflictos son inevitables, si la representación de «los de abajo» tiene algún peso. Cuando no existe conflicto, o existe igualdad (muy improbable), o la desigualdad es tan absoluta, que los que más la padecen, la consideran «natural». En cualquier otra hipótesis, siempre existe conflicto.
En el Uruguay del siglo XXI, con una población relativamente educada, politizada, consciente, y un gobierno de izquierda que ha mostrado que podía administrar el país muchísimo mejor que cualquiera de los que le precedieron (y por ahora, nadie puede afirmar lo contrario, a la vista de los datos de que se dispone), la apuesta por el cambio sube. Pero cuando sube la apuesta por el cambio, también aumenta el riesgo.
Es entonces que «lo que nos une» debe estar más claro que nunca. Para que fortalezca lo nuevo frente a lo viejo, lo que debe cambiar, y lo que debemos dejar de lado, lo que debe nacer, y lo que debe dejar de ser.
Tomado de La República, 18/5/09.
Juanita
May 26th, 2009
Un gobierno de izquierda que YA ha demostrado que podía administrar MUCHÍSIMO mejor…(y…antes de los cinco años)
Lo dice Constanza:
«…
En el Uruguay del siglo XXI, con una población relativamente educada, politizada, consciente, y un gobierno de izquierda que ha mostrado que podía administrar el país muchísimo mejor que cualquiera de los que le precedieron (y por ahora, nadie puede afirmar lo contrario, a la vista de los datos de que se dispone), la apuesta por el cambio sube. Pero cuando sube la apuesta por el cambio, también aumenta el riesgo.
Es entonces que “lo que nos une” debe estar más claro que nunca. Para que fortalezca lo nuevo frente a lo viejo, lo que debe cambiar, y lo que debemos dejar de lado, lo que debe nacer, y lo que debe dejar de ser.»
maximiliano
Oct 9th, 2009
juanita:
si perfecto , bien adimistrado, pero quien me devuelve a mi , lo qu eme descuentan? porqu eyo pago la sociedad de los hijos de los demas , cuando yo no tengo hijos?
porque yo que trabajo todo el dia , y paso viajando y fuera de mi casa, debo pagar mas ?
porque gano mas? pero a mi nadie me vino a preguntar en que invierto mi dinero, no que gastos tengo, por que? por el simple hecho de recaudar mas…….. no me parece .
saludos
maximiliano
Oct 9th, 2009
porqu einvirtieron tanta plata en la planta de alur? cuando la cuidad e bella union se cae a pedasos? no me parece que este tan bien administrado juanita ,
MAS
Oct 11th, 2009
Nos une eso de parar la pelota, ver las posiciones en la cancha y mejorar el partido . Prever la jugada. Pensar en colectivo y apoyando al cuadro de las grandes mayorías: los trabajadores, los precarizados, los excluidos, los que han sido arrojados a la periferia, los jubilados, los estudiantes pobres…
Por eso ALUR. Recomiendo entre muchísima cosas más:
http://www.depolitica.com.uy/portal2/modules.php?name=News&file=print&sid=29044
y http://www.espectador.com/1v4_contenido_print.php?id=160196 .
ALUR está logrando que Bella Unión y Artigas dejen de convertirse en zonas fantasmas y seguramente repercutirá positivamente en la economía del país.
Y vamos bien, a la larga cada vez serán más los que comprederán que su destino individual está atado al destino colectivo. Los siervos nunca ganaron su libertad con genuflexiones, entregas, claudicaciones ni urgándose el ombligo.