Internas y movilización en el Frente Amplio
Publicado el 08/04/09 a las 12:00 am
Escribe Pablo Anzalone, dirigente del PVP-FA
La campaña de las internas está contribuyendo a un despliegue cada vez mayor de la movilización frenteamplista. Al contrario de las versiones catastrofistas que situaban al escenario de las internas como un grave riesgo para el Frente Amplio , la realidad de estos meses muestra a la fuerza política creciendo. En las encuestas y en la calle.
Distintas mediciones coinciden en situar un apoyo ampliamente mayoritario a Mujica entre los frenteamplistas. La experiencia de actos, mateadas, recorridas, muestra una adhesión especial de la gente con el candidato electo por el Congreso del FA. En particular los sectores más pobres, aunque no exclusivamente. Empatía, capacidad de diálogo, apego popular, por la que la población que tiene menos poder, menos posibilidades de hacer oír su voz, se identifica y gesta una presencia política, una fuerza que no existía hasta el momento . Es un fenómeno nuevo . Sin embargo está claro que no estamos frente a un movimiento personalista, caudillista, desvinculado de la fuerza política mayor de la izquierda.
Por muchas razones. La más inmediata es que Mujica es el candidato elegido por el Congreso del FA, votado por más del 71% de los delegados de comités de base de todo el país. Congreso que además definió el programa para presentar a la ciudadanía. Hay, además, una razón histórica, el frenteamplismo caló hondo en nuestro pueblo como expresión de resistencia al autoritarismo y la injusticia, por encima de sus sectores y dirigentes, junto con ellos. De frenteamplismo se trata, no de populismo, como se ha pretendido cuestionar.
Ese arraigo popular es esencial para una izquierda que quiera seguir transformando la realidad , profundizando los cambios y no solo continuar con la gestión del Estado.
Asumir el desempeño del gobierno nacional significó desafíos nuevos para la fuerza política y sus sectores. Responder a las urgencias sociales, y al mismo tiempo llevar adelante el programa , iniciar cambios estructurales y no solo mejoras episódicas y parciales en la estructura del Estado y también en la sociedad. Transformaciones de fondo que comiencen la construcción de un nuevo modelo de país, de convivencia, participación ciudadana y de dignidad para los uruguayos.
Y también significó riesgos. Quedar subsumido en la gestión estatal, debilitar su vigor como fuerza política, transformarse en un partido de funcionarios, resignarse ante los límites que este Estado nos impone. Límites que la sociedad misma también establece, cuando pesan valores conservadores, fragmentación y corporativismo, o cuando la inseguridad y el miedo se convierten en regla de convivencia.
El modelo de relación entre fuerza política y gobierno que predominó en este período no contribuyó a desarrollar el potencial de acción de cada uno de ambos actores. Desde el gobierno pesó más la necesaria autonomía de la gestión, los tiempos diferentes que objetivamente existen, y menos una estrategia de involucramiento activo y movilizado de la fuerza política. Aunque, en nuestra opinión, ambos elementos son imprescindibles. La desmovilización de la fuerza política no es un hecho de la naturaleza, inevitable en tiempos de modernidad, sino la consecuencia de una forma de conducir que centró absolutamente el protagonismo en la gestión estatal. La información necesaria no siempre estuvo, y no se comunicó adecuadamente todo lo que se estaba haciendo, las dificultades que se heredaron o surgieron luego. El debate en la fuerza política de temas cruciales que significaban opciones estratégicas, no se impulsó conscientemente, sino que muchas veces apareció como reclamo , se impuso como necesidad desde la militancia . Recordemos el ejemplo del TLC con Estados Unidos. La desmotivación , la frustración de la militancia, jugaron un rol en relación con las expectativas acumuladas durante décadas.
Pero con ser relevante, me interesa enfatizar que el modelo de recibir información y ser consultado, sigue concibiendo a la fuerza política en un rol pasivo de apoyo al gobierno. Hasta como estilo de funcionamiento político, la dinámica de recibir informes y a lo sumo discutir en algunas ocasiones los temas de gobierno, limita y empobrece a comités de base y coordinadoras. Falta la acción política hacia el barrio, hacia la gente, faltan campañas, iniciativas, volantes, parlantes, radios comunitarias, asambleas y pequeñas reuniones, falta estimulo a la participación social y a la construcción de ciudadanía activa. La fuerza política no puede concebirse como el fiscal del gobierno, aún uno complaciente. ¿Quién va a ser el motor de las transformaciones sociales y ciudadanas si no es la militancia tanto desde lo partidario como de lo social? ¿Cómo gestar valores liberadores si no hay dialogo con la población, si no se participa activamente para irlos construyendo en cada paso, en cada batalla puntual? La salud, la educación, la limpieza, los espacios públicos, la descentralización, la seguridad, la transformación del Estado, requieren de esa participación activa de la población, para poder cambiar a fondo. El derecho a la ciudad y a la ciudadanía se construyen con la gente.
La fuerza política, el Frente Amplio, tiene un rol propio a jugar en la escena política, y hacia la gente, en cada barrio, pueblo y ciudad. Articulado con el gobierno, pero de cara a la sociedad, para disputar la hegemonía a la derecha, que es mucho más que ganarle las elecciones. No estamos hablando solo de modelos teóricos, sino de la experiencia más fecunda que surge de ese fenómeno singular que es el Frente, desde sus orígenes. En lo reciente, la experiencia de relacionamiento entre gobierno departamental y fuerza política en Montevideo, con presencia permanente del intendente Ehrlich, con recorridas por todas las coordinadoras, y una labor de los directores con agrupaciones locales de gobierno, es una demostración clara de que es posible otro modelo de relación.
Hoy comienza a desplegarse la movilización de los frenteamplistas. Hacia las internas y hacia octubre, ante una derecha arrogante y manipuladora, que pretende volver atrás en las políticas sociales, y sueña con encarcelar a más jóvenes y a más pobres, como si eso fuera a resolver la inseguridad ciudadana.
Avanza sustancialmente la recolección de firmas para anular la Ley de Caducidad, y la campaña por Verdad y Justicia es una parte esencial de esa movilización popular. Es muy significativo ver el eco en la gente joven de este planteo democrático: que el pueblo decida, que se recomponga la autonomía del Poder Judicial, su vigencia y la igualdad ante la ley, que se cumplan con los compromisos internacionales en DDHH, que se sepa lo que pasó con los desaparecidos y sus familiares puedan alcanzar esa verdad por la que tanto han luchado, que se recupere la memoria histórica de lo sucedido, que nunca más terrorismo de Estado. Son temas gruesos, difíciles. Las miles de firmas en el Pilsen Rock son un destello. Ese diálogo con cada joven, con cada vecino, con la sociedad toda, para que firme y haga posible el plebiscito, en estos pocos días, es parte de esa concepción de la política. Paso a paso el Frente Amplio en su conjunto, junto a las organizaciones sociales, la Universidad, y actores relevantes en la prensa, se comprometen cada vez más con esta lucha. De acá al 23 de abril esa prioridad va calando hondo y cada uno de nosotros es un protagonista.
Tomado de La República, 6/04/09.