DE FILADELFIA A WASHINGTON: LA ASUNCION DE OBAMA EN ESTADOS UNIDOS
Publicado el 22/01/09 a las 1:28 am
Por Constanza Moreira
El sábado 17 de enero partió un tren desde Filadelfia a Washington llevando a Obama y Biden rumbo a la Casa Blanca, donde asumió ayer, 20 de enero, como el 44º presidente de los Estados Unidos. Bajo el intenso frío de esos días, la nueva «primera familia» emprendió un camino que sólo había tenido un antecedente: Abraham Lincoln en 1861. A Lincoln le había llevado doce días hacer el viaje, y el símbolo era claro: la democracia estadounidense nació allí, en Filadelfia, primero con la independencia, en 1776, y luego cuando los llamados «padres fundadores» firmaron la primera Constitución, que comienza con la conocida frase:; «We, the people» (Nosotros, el pueblo). Fue Lincoln también, el que abolió la esclavitud, y el que permitió que la población afroamericana se transformara primero en ciudadana plena, y luego, en elegible para ocupar cargos políticos. La llegada de uno de ellos a la presidencia (algo que Martin Luther King creyó que podría ocurrir en un par de décadas, y eran los sesenta) es quizá lo que más resaltaron los diarios, luego que se supo la victoria de Obama en la elección de 2008, como el síntoma de un cambio de época en Estados Unidos.
Samuel Jackson, en la fiesta del domingo en honor a Obama, lo recordó. En esa enorme celebración que se llevó a cabo en el Capitolio, y soportando un frío que no amedrentó a la multitud, se levantó un escenario gigantesco. No faltaron estrellas negras en el show, actores y músicos: entre ellos, Forrest Whitaker, Jamie Fox, Queen Latifah, Stevie Wonder, y hasta algún representante latino, como Shakira. Como un joven Mandela, Obama bailó palmeando varias de las canciones.
No sólo la figura de Lincoln estuvo presente a lo largo y ancho de la campaña, y en la propia inauguración. También fueron muchas las referencias a Martin Luther King: el símbolo de la dignidad y la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades para todos los seres humanos, independiente de raza, religión o género. Y aunque es cierto que EUA es una de las democracias más viejas del mundo, sólo después del enorme levantamiento protagonizado por King, y su famoso boicot al transporte, y ya iniciados los años sesenta, se impuso a los estados de la unión sanciones por impedir vota a la población afroamericana.
«I have a dream» (Yo tengo un sueño) fue el lema del movimiento de King, así como el de Obama fue «Yes, we can» (nosotros podemos). El grupo U2, en el show del domingo, lo recordó, y le agregó sus propias reflexiones: hay un sueño de los afroamericanos, pero también uno de los irlandeses, y seguramente uno de los israelíes, pero también uno de los palestinos. Algunos vivas se sintieron… y en la cara de Obama se dibujó, en medio de su sempiterna sonrisa, un gesto serio. Y es que son varios los problemas que enfrenta en el plano exterior, para empezar por Irak, con una salida ya anunciada, seguir por Afganistán, y sin duda, por Irán, o Corea.
En América Latina, el gesto claro con que se anunció el cierre de la prisión de Guantánamo, en Cuba, fue festejado por muchos. Aunque el Tribunal Supremo de Justicia había hecho observaciones en el tema de derechos humanos varias veces por la prisión de Guantánamo, no fue sino hasta que llegó Obama, que el cierre definitivo fue considerado. Y para muchos, este es un anuncio de los tiempos que vendrán, con el posible levantamiento del embargo a Cuba, y quizá, la reanudación del diálogo con algunos de los países «rebeldes» de América Latina, como Venezuela, Ecuador o Bolivia.
Heredamos una nación en guerra, y una economía en crisis, ha dicho Obama repetidamente, exhibiendo un panorama lo suficientemente sombrío del país como para desalentar expectativas de rápidas soluciones a todos estos problemas. Pero también afirma: hay esperanza. Y la esperanza, está basada en el cambio. Este es el símbolo de Obama, y éste es el símbolo de los tiempos que corren para un «renacer de América», como se ha dicho varias veces a lo largo de la campaña.
Las prioridades de Obama, sin embargo, más allá de la guerra, parecen referirse prioritariamente a la política doméstica: a la situación del propio país, y a los efectos sociales de la crisis económica. El propio hoy presidente lo ha marcado en varias de las entrevistas que ha sostenido, y las distingue en políticas de corto, medio y largo plazo. En las de corto plazo, una inversión masiva destinada a crear más empleos, así como la estabilización del sistema financiero, son las más importantes. La ayuda a los bancos, sin embargo, no se hará sin contrapartidas. El impulso al crédito a los pequeños empresarios, es un ejemplo de estas exigencias.
En el mediano y largo plazo, mejorar la seguridad social, y aumentar la cobertura de los servicios de salud, cuentan entre sus prioridades. En el discurso de asunción, Obama recalcó que la idea de «menos gobierno» (una idea cara al pensamiento liberal en este país) era una idea del pasado. Un gobierno no tiene que ser chico ni grande: lo que sí tiene es que funciona. Un gobierno debe ayudar a que la gente tenga un trabajo con el que pueda asegurar sus necesidades, debe pagar las jubilaciones, y debe controlar el mercado, especialmente si éste sólo sirve para que los ricos sean más ricos. A la pobreza no se la combate con voluntariado y asistencialismo, sino con programas estatales. Esto, sin duda, representa un giro importante respecto a la prédica más extrema del liberalismo. Y no en balde buena parte de los economistas más liberales, están preocupados. ¿Qué pasará con el libre comercio?, se preguntan. ¿Estará dispuesto el Congreso, ahora de mayoría demócrata, a votar los TLC que quedan por votar? En el caso de Colombia, se ha argumentado que las violaciones a los derechos humanos (el asesinato de líderes sindicales, por ejemplo), es un obstáculo para que se firme el tratado. Al mismo tiempo, se teme una revisión de los acuerdos del Nafta. Los tiempos de TLC parecen haber pasado, como un tren, y no parece que puedan volver a pasar por las estaciones de los países latinoamericanos, por un buen tiempo.
Finalmente, en el largo plazo, Obama apunta a la cuestión energética. «No podemos consumir los recursos de todo el mundo», dijo, en la ceremonia de asunción. La idea de romper la dependencia con el petróleo, y generar una infraestructura «limpia», forma parte de un tema al que se ha recurrido mucho en la campaña. Obama parece ser perfectamente consciente del impacto medioambiental que tiene el consumo energético de su país (algo a lo que Al Gore ha contribuido con «una verdad incómoda»), aunque no queda claro cómo va a lograrlo.
La ceremonia de asunción comenzó puntualmente, y contó con las figuras célebres de los ex presidentes de este país: Bush (padre), Clinton (intensamente aplaudido), Carter. La popularidad del presidente saliente se encuentra, en este momento, en 22%. La popularidad del entrante, en cambio, se ubica en el entorno del 83%. Los próximos meses, se asistirá a una intensa luna de miel de Obama con su pueblo, quien más allá de simpatías demócratas o republicanas, parece confiar en él, más que en sus partidos. Esto se expresa en la llamada Obamanía, donde una notable producción de artículos con su imagen (paraguas, lentes, camisetas, sombreros, pegotines, escarapelas, gorros), han hecho gastar a los norteamericanos doscientos millones de dólares.
Su discurso, breve, de poco menos de veinte minutos, fue un discurso en el que reafirmó conceptos ya utilizados en la campaña, pero no comprometió ninguna medida concreta. En lo que respecta al plano internacional, hizo mucho hincapié en la paz, en el respeto mutuo, y en la vigilancia de las acciones de Estados Unidos en términos de derechos humanos, así como en la solidaridad de la ayuda a otros países. Un discurso que claramente lo diferencia de su antecesor, quien generó una imagen de Estados Unidos fuertemente asociada a la guerra. Esta imagen, es también parte de lo que la campaña, y el propio Obama, desea cambiar.
Pero sin duda, lo más importante de su discurso fue dirigido a los propios norteamericanos. Esos que ven con preocupación el hecho de que la tasa de desempleo hoy sea la más alta de las últimas dos décadas, que creen que la próxima generación deberá bajar las miras respecto a su estilo de vida, y que expresan hoy, según las encuestas, el pesimismo más alto de las últimas décadas. Es a ellos a quienes va dirigido el mensaje: «Yes, we can».
Tomado de La República (Uruguay), 21/01/2009