EL DESARROLLO HUMANO Y LA DISTRIBUCION DEL INGRESO
Publicado el 26/12/08 a las 12:00 am
Por Alberto Couriel
En estos días se presentó el «Informe sobre desarrollo humano en Uruguay 2008. Política, políticas y desarrollo humano», que estuvo a cargo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo bajo la coordinación general de Constanza Moreira. Es un excelente trabajo con aportes importantes al conocimiento económico, social, político y cultural del país. Dicho informe contiene abundante información novedosa que ayudará a mejorar los diagnósticos y proyectar el país del futuro. Muestra dos objetivos centrales: la reivindicación de la política y una evaluación de la equidad y la igualdad en el país. En esta nota analizaremos las principales características de la distribución del ingreso, que es uno de los temas centrales del informe y de extraordinaria relevancia para un gobierno de izquierda. Desde el viejo batllismo de principios del siglo XX, Uruguay se caracterizó por ser el país de mejor distribución del ingreso de la región latinoamericana. En aquella etapa de crecimiento hacia afuera, Uruguay se caracterizaba por tres factores relevantes: los rubros de exportación se expandían por todo el territorio nacional y no existían situaciones de enclave como en otros países de la región; en el sector exportador había propietarios nacionales, especialmente propietarios rurales, quienes se apropiaban de parte de los excedentes generados y los utilizaban dentro del país; se inician acciones generadoras del Estado de Bienestar que apuntan a una mayor protección social, a la mejora de la distribución del ingreso a través del gasto social, y se avanza hacia una mayor cohesión social. El informe muestra que el 71% de los uruguayos considera que existe mucha y bastante desigualdad. Y, en la realidad, el informe muestra que el coeficiente de Gini (que varía entre 0 y 1, siendo 0 la mayor igualdad y 1 la mayor desigualdad) crece en forma leve pero permanente desde 1991, donde alcanzaba a 0,411, y en 2007 llega a 0,457. El informe da algunas pautas interpretativas. Si el producto se reparte entre ingresos laborales y excedente de explotación, el informe señala: «A lo largo del período se observa una caída en la participación de la masa de ingresos laborales como porcentaje del PIB, al tiempo que se incrementa el excedente de explotación. Esta masa pasó de representar 54,4% del PIB en 1991, pasando a 64% en el 2000 y llegando a 44,3% en 2006, mientras que el excedente de explotación pasó de 36,8% en 1991 a 25,5% en 2000 y a 43,3% en 2006». Hay una fuerte caída de la masa salarial con la crisis de 2002, que no se recupera suficientemente pese a las mejoras del empleo. Aunque no hay datos de la distribución funcional del ingreso para el año 2007, donde los niveles salariales siguen mejorando, el informe muestra que la masa de ingresos laborales en 2006 está 18% por debajo de la de 1998, pero mientras el empleo supera la marca de 1998, las remuneraciones reales estaban, en 2006, 19% por debajo de las registradas en 1998. Por otro lado se expresa que aumenta la brecha de salarios entre los trabajadores calificados y no calificados. Es muy significativa y llamativa la evolución del sector agropecuario que presenta el informe (basado en información de Opypa). Entre 1999 y 2006 el producto agropecuario crece 31%, el empleo decrece -8,3% y la masa salarial cae -15,2%. Esto lleva a afirmar que «el excedente se habría incrementado 70% en términos reales entre esos años, incremento que está en línea con el crecimiento del precio de la tierra y de los márgenes brutos de ganancia». El informa también muestra que en 2007 el 5% de mayores ingresos es el que más crece. Nosotros entendemos que se ubican en este segmento las cadenas de los rubros tradicionales de exportación que aprovecharon los altos precios internacionales, como acabamos de analizar en el sector agropecuario, el sector financiero, los importadores que se aprovecharon del descenso del tipo de cambio nominal y los grandes supermercados por las diferencias notorias de precios de los alimentos con respecto a los vigentes en las ferias vecinales.
El informe también muestra que las rentas de capital han aumentado su participación en el ingreso total y que se ubican en los deciles 9 y 10, o sea, en los de mayores ingresos. Vale la pena un comentario sobre las rentas de capital y las principales reformas del gobierno actual para tener en cuenta en las propuestas de futuro. La reforma tributaria bajó la tasa del impuesto a la renta de las empresas de 30% a 25%. En el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas se incorporan y se les cobra a las rentas de capital, que no pagaban con anterioridad. Sin embargo por encima de alrededor de 60.000 pesos mensuales, las rentas de capital tienen una tasa media efectiva inferior a las que tienen las rentas del trabajo. En la reforma de la salud, las rentas de capital no participan y por lo tanto no contribuyen solidariamente como lo realizan los asalariados de mayores ingresos. La redistribución del ingreso se logra más por el gasto social que por la tributación progresiva, pero aquí se muestra que existen márgenes importantes para una mayor equidad en la tributación de las rentas de capital con respecto a las rentas del trabajo.
La reforma tributaria ha significado un descenso de la presión tributaria y ello limita la redistribución en la medida que el gasto público desciende de 32% del PIB en el trienio 1999-2001 a alrededor de 28% en la actualidad. La reforma de la salud genera una redistribución del ingreso entre asalariados formales de mayores ingresos hacia asalariados formales de menores ingresos pero no modifica la situación de los desocupados y los informales, donde se ubica la gran mayoría de la población en situación de pobreza. Sin duda el programa de emergencia social, el Plan de Equidad, con mejoras significativas en las Asignaciones familiares, trata de atender esta situación.
El crecimiento económico es una condición esencial para mejorar la distribución del ingreso. Pero ésta requiere acciones directas en el plano del empleo y en el gasto social. La atención al empleo requiere de políticas activas calificando a los que se ofrecen en el mercado de trabajo y estimulando los rubros de mayor generación de empleo directo e indirecto a través de políticas crediticias y fiscales. Esto requiere avances en la conformación de la estructura productiva, que no puede quedar al arbitrio del libre juego del mercado. Los efectos de la crisis financiera internacional obligarán a otorgarle al empleo una prioridad central en la elaboración e implementación de la política macroeconómica. La historia de Uruguay marca al gasto social como elemento central de la redistribución del ingreso y deberá continuar en el futuro.
La distribución del ingreso no es ajena al tema de la concentración de la propiedad, que requerirá una especial investigación para conjugar los esfuerzos público-privados que aseguren crecimiento con justicia social.
Tomado de La República, 24/12/08.