El Congreso y las candidaturas presidenciales
Publicado el 21/12/08 a las 12:00 am
Por CONSTANZA MOREIRA
LAS RESOLUCIONES DEL Congreso del Frente Amplio del domingo pasado trajeron algunas sorpresas, y también algunas confirmaciones. La primera sorpresa fue la distancia entre la votación de Mujica y la de Astori, que colocaría a ambos, en una fórmula, en lugares opuestos a los designados por el presidente Vázquez. La segunda sorpresa fue el escaso margen de diferencia entre «terceros candidatos» y candidatos «oficiales», revelando un margen para candidaturas alternativas que estaba bastante invisibilizado hasta ahora por la disputa Mujica-Astori. La altísima votación de Carámbula no puede ser explicada únicamente por sus votos «locales», y lo coloca como una suerte de líder emergente, autónomo de las estructuras partidarias sectoriales y dueño de un capital político importante en el segundo distrito electoral más importante del país.
LA LEGITIMIDAD DE LAS NORMAS
La tercera sorpresa del Congreso, y la más importante desde el punto de vista de sus consecuencias políticas de corto y mediano plazo, no es sin embargo la votación que obtuvieron unos y otros. Que Mujica iba a ser el candidato más votado, está del lado de las confirmaciones, no de las sorpresas, ya que Mujica es, desde hace cinco años, el líder más votado del FA. La sorpresa más importante del Congreso fue el cambio en los procedimientos, que produjo una alteración en la legitimidad de los resultados cuyas consecuencias se harán sentir por mucho tiempo.
Muchos no lo sabrán, pero una bizarra discusión tuvo lugar antes del Congreso, y era si el candidato «oficial» a la Presidencia por el FA tenía que ser votado por los dos tercios del padrón de los congresales, o dos tercios de los presentes. Hasta ahora eso no había estado en discusión, se entendía que eran dos tercios de los presentes. Ahora esto mereció consultas a «juristas» del FA, anticipando ya las resistencias de parte de los dirigentes a aceptar la decisión del Congreso, o las llamadas «bases del FA».
La segunda sorpresa, para muchos analistas y no pocos medios de prensa, fue que el candidato votado por más de los dos tercios de los presentes, el senador Mujica, no resultó el «candidato oficial» del FA, ya que una extraña resolución alteró definitivamente las formas de resolución del Congreso. Aun obteniendo el 71 por ciento de los votos del Congreso, Mujica no era el candidato «oficial», sino sólo el «candidato del Congreso». Muchos medios de prensa recogieron que Mujica era el candidato oficial, y que el Congreso ya había decidido. Y lo hicieron porque esto es lo que había pasado en los últimos 15 años, desde la reforma de los estatutos del FA en 1993. Pero al parecer los estatutos cambian cuando cambian los candidatos.
Cambiar las reglas en función de los resultados no es precisamente la clave de una buena política. Justamente, la democracia se basa en un conjunto de procedimientos que estamos dispuestos a acordar, con independencia de los resultados. Alterar las normas ante la posibilidad de un resultado indeseable sólo producirá erosión en la legitimidad de las mismas, y esta lección es ya vieja en política.
INTERNAS VERSUS CONSENSO
A la alteración en los procedimientos habituales para elegir el candidato presidencial se sumaron las declaraciones del día después, la mayoría de las cuales destacó que el legítimo escenario para dirimir las candidaturas eran las internas de junio. Esto es, de nuevo, legitimar un procedimiento buscando un resultado, ya que la elección interna tuvo pocos defensores (entre los que me incluyo), mientras la inmensa mayoría de los líderes, los sectores y los dirigentes consultados a lo largo de este período dijeron: «internas no, lo importante es el consenso». Esto quería decir: que lo resuelva el Congreso, ya que las mayorías exigidas en el Congreso (muy exigentes, por cierto, para casi todas las cosas) sólo permiten elegir un candidato si éste es votado por la inmensa mayoría de los congresales (hay una diferencia ‘norme entre sacar 71 por ciento y la mitad más uno).
Las internas son un buen procedimiento por dos razones. Primero porque un partido del tamaño electoral del FA debe encontrar un mecanismo de consulta «ciudadana» que incorpore la opinión del elector promedio, y no sólo de sus militantes. En segundo lugar, la legitimidad emanada de la decisión de cientos de miles de votantes siempre respaldará con mayor fuerza una candidatura que, a estas alturas, está claro que no conformará a la mayoría. Pero esto no significa desconocer la opinión emanada del partido como tal, ni enfrentar la legitimidad de las decisiones del Congreso a la de las internas de junio. Si se hace esto (como se hizo), se corre el riesgo de erosionar el corazón mismo del FA como partido. Que el FA como partido tiene problemas, no se le oculta a nadie. Pero sigue siendo el partido de izquierda más importante de América Latina, y el único de los que existen en Uruguay que tiene «bases» reales, por mucho que se critique a los comités y su funcionamiento. No es poca cosa. Y no podemos de un plumazo borrar la acumulación de treinta años porque no nos gusta el resultado de una decisión. Se hace necesario tener una mirada de largo plazo sobre estos temas, para no cometer suicidios por «cuestiones de momento». Y aunque no lo parezca ahora, una candidatura presidencial es también una «cuestión de momento». Los partidos deben sobrevivir a todos los ciclos de gobierno, y en este sentido son más durables que cualquier gobierno.
SECTORES, GOBIERNO Y PARTIDO
Los partidos «de masas» que se inician con la experiencia del socialismo europeo están constituidos por tres anillos: el de los dirigentes, el de los militantes, y el de los votantes. Cuando llegan al gobierno, los dirigentes tienen la tentación de gobernar con «la gente» y saltearse al partido (el anillo de los militantes), que tiende a interpelarlo y controlarlo. Muchas veces los militantes del partido se sienten «traicionados» por sus gobiernos, y no entienden por qué de pronto sus viejos compañeros de ruta toman ciertas decisiones, ya que se abre una brecha entre la real politik que impone administrar el gobierno y los «viejos principios». Algo de eso está sucediendo acá, y ¿cómo habría de ser de otra manera si ya pasó en Francia, en España, en Italia, y más acá, en Chile y en Brasil?
En el caso uruguayo se suma otra complejidad, y es la de los sectores o partidos dentro del FA, con su propia lógica de acumulación de poder, que no siempre suma para el colectivo. Estos sectores o partidos tienen distinto peso en los tres anillos. Entre los militantes y el electorado, el único partido que tiene un desempeño parejo es el MPP. Algunos partidos, como el PCU, tienen mucho peso entre los militantes pero poco en el electorado, y otros, como el PS, tienen mucho más peso en el anillo dirigente que en los otros dos.
Estas difíciles ecuaciones de peso de los sectores, las bases, los dirigentes y los sectores hacen siempre a esa suerte de «internismo» de la izquierda, que hoy ha pasado a la escala de problema nacional. Pero ello no debe hacernos perder de vista que hay una cierta sintonía entre votantes y partido, que es lo que hace que un partido llegue a representar a la mitad del electorado uruguayo (las interpretaciones que hacen hincapié en la «esquizofrenia» entre pre¬ferencias del partido y de los votantes no tienen la solidez científica suficiente). Por consiguiente, la preferencia por Mujica en el Congreso también probablemente se expresará en las encuestas de intención de voto a partir de ahora; las diferencias entre Mujica y Astori no serán las del Congreso, pero probablemente serán consistentes.
Tomado de Brecha, 19/12/08.
José
Dic 25th, 2008
Advierto, sin embargo, que los medios audio-visuales han desplazado la comunicación entre el nucleo de la organización y el resto. Es hora que la organización (FA) ataque en serio el problema de la comunicación con la ciudadanía.