El fantasma de las rebeliones
Publicado el 11/12/08 a las 12:00 am
Por José Luis Fiori
“Lo más probable es que vuelvan a la orden del día las revueltas y las revoluciones sociales. Ellas no serás socialistas ni proletarias, pero adquirirán mayor intensidad y violencia en los territorios situados en “zonas de fractura”. JLF, Valor Económico, 5/11/2008
No existe una teoría de la revolución, existen varias. Aunque casi todas reconocen la existencia de un denominador común en la experiencia revolucionaria de los siglos XIX y XX: las revueltas ocurrieron – casi siempre – en sociedades fracturadas, con Estados debilitados por las guerras y por las grandes crisis económicas, y situados en “zonas de fractura”, donde se concentra la presión geopolítica de la disputa entre las grandes potencias. Y en estos territorios, en los que acostumbran a nacer y multiplicarse las rebeliones más importantes y resistentes, que son siempre violentas, pero que no tienen homogeneidad ideológica y no producen grandes cambios estructurales inmediatos, como suele ocurrir en el caso de las revoluciones sociales bien nacidas. Pues bien, si esta tesis fuese correcta, no es difícil de prever el nuevo mapa mundial de las rebeliones en este inicio del siglo XXI. Basta seguir los pasos de la competencia geopolítica y económica entre las grandes potencias, después el fin de la Guerra Fría, y localizar sus puntos de mayor presión competitiva, donde estas potencias ejercen de forma más directa su capacidad de dividir y movilizar las fuerzas locales. Unas contra otras, dentro de los Estados situados en estos “tableros geopolíticos” más disputados. Algunos de estos puntos son más visibles y de explosividad inmediata, otros son menos visibles y de combustión más lenta.
Todo comienza en 1991, con la desintegración de la Unión Soviética y el ingreso de las tropas de la OTAN o de Estados Unidos en la Europa Central, en los Balcanes, en el Cáucaso y en Asia Central, donde se sitúa, en este momento, la región mundial de mayor complejidad geopolítica, involucrando los territorios de Afganistán, Paquistán, Norte de la India, Cachemira y Tíbet. No hay ninguna gran potencia que no esté comprometida en alguna de estas áreas, y en las disputas, en última instancia, por el control de esta extensa región utilizando o incentivando grupos y organizaciones locales, de todo tipo, en una sucesión de revueltas, rebeliones, atentados terroristas y guerras civiles que no pueden parar, a menos que exista un acuerdo multilateral improbable, o una retirada de todas las grandes potencias involucradas. Lo que es rigurosamente imposible del punto de vista de la lógica del sistema y de los intereses y posiciones que ya fueron ocupadas por los partícipes de este nuevo “gran juego”. Alfred Mackinder y Nicholas Spykman – los dos mayores teóricos geopolíticos anglo-americanos – definieron esta franja de tierra que va del Báltico hasta la China, como una frontera decisiva para el control del poder mundial, situada entre las “potencias marítimas» Y las “grandes potencias terrestres”, o sea, entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, de un lado, y del otro, sobre todo, Rusia y China.
Un poco después, en este “mapa de la pólvora”, aparece el África Negra. Luego de 2001, los Estados Unidos cambiaron su política externa y aumentaron su presencia en el continente africano. Aunque este cambio de posición no fue un fenómeno aislado, y fue seguido por la Unión Europea, Rusia, China, India y también por Brasil. En pocos años, el escenario africano mudó, aumentó la competencia imperialista y, nuevamente como en los siglos anteriores, las potencias y sus grandes empresas utilizan a su favor, muchas veces incentivando, las luchas tribales y las guerras locales, entre los Estados que nacieron de la descomposición de sus propios imperios coloniales. En este momento, están en curso rebeliones y guerras civiles en el Congo, en Somalia, Zimbabue y Nigeria, con participación de países y empresas de afuera de África, y con la intervención directa de Angola, Ruanda, Namibia y Burundi. También en este caso, no hay perspectiva de un acuerdo local o de una retirada de las grandes potencias, y lo más probable es que África se transforme – una vez más – en territorio privilegiado de la carrera imperialista y en un verdadero “semillero” de rebeliones, de todo tipo.
¿Y qué se puede prever con relación a América del Sur? Durante los siglos XIX y XX, fue una región de influencia anglo-americana, sin grandes disputas imperialistas. Pero en este inicio del siglo XXI, el escenario y las perspectivas cambiaron. De forma lenta pero implacable, la presión de la nueva carrera imperialista, que comenzó en la década de los 90, está alcanzando América del Sur y debe producir los mismos efectos que en el resto del mundo. Ya forman parte de este proceso la participación militar norteamericana en Colombia, la reactivación de la IV Flota Naval de los Estados Unidos en el Atlántico Sur, la intensificación de los conflictos fronterizos entre Venezuela, Colombia y Ecuador, y los conflictos internos en Bolivia y en la propia Colombia. Pero también: la creación de UNASUL y del Consejo de Defensa de la América del Sur, todos los proyectos políticos y económicos de integración regional, así como los grandes proyectos de integración comercial y de inversiones productivas en la región por parte de la Unión Europea, China, Rusia y los demás países de afuera del continente.
Todo indica que América del Sur fue incorporada y no tiene el modo de escapar de la presión competitiva mundial, produciendo una mayor integración del continente, aunque también, una mayor disputa entre sus Estados y, en particular, entre Brasil y los Estados Unidos. En esta misma dirección, algunas áreas de América del Sur también se pueden transformar en “zonas de fractura” internacional, y ahí surgir conflictos y rebeliones que involucren a las grandes potencias y a las empresas que compiten por el control de la región. Y en el caso de las regiones de mayor densidad indígena, en los próximos años, estas rebeliones tenderán a ser de derecha, blancas y racistas.
Finalmente, sobre este telón de fondo se debe y puede calcular el impacto de la nueva crisis económica mundial. Será prolongado y podrá alcanzar a todas estas “zonas de fractura”, acentuando sus tendencias más perversas. Por eso, en este momento, a pesar de que se hable mucho de economía existe otro fantasma que recorre el mundo y asusta más a sus dirigentes: el fantasma de las rebeliones.
Tomado de www.sinpermiso.info, 07/12/08. Traducción: Carlos Abel Suárez