Prolongación de la tortura
Publicado el 26/11/08 a las 12:00 am
Por Samuel Blixen
Desde otra, el careo permitió a Medina someter a su víctima a las mismas prácticas de tortura psicológica que 30 años atrás cumplió como agente del Servicio de Inteligencia de Defensa (SID).
En 1976 lo hacía en los calabozos improvisados del centro clandestino de detención Automotores Orletti, la base del Plan Cóndor que utilizaron los militares y policías uruguayos en Argentina;; hoy lo hace en un despacho judicial, amparado en sus derechos a la defensa que los magistrados debieron instrumentar pese a la aberración que supone poner a la víctima en el papel de acusado, mientras el responsable se burla de la justicia que invoca ocultando la información sobre múltiples asesinatos.
Los abogados defensores de Medina habían solicitado el careo, que se verificó en dos instancias el viernes 14. Supuestamente la confrontación permitiría demostrar, por la vía de contradicciones, la inconsistencia de las denuncias de Sara Méndez. Fue así que ella y el Conejo volvieron a estar frente a frente. Debido a las preguntas formuladas por los abogados defensores, Sara debió rememorar, una vez más, los hechos dolorosos: su detención y secuestro en junio de 1976 en Buenos Aires;; el robo de su hijo Simón, de 22 días;; las torturas a que fue sometida junto con sus compañeros del pvp;; su traslado clandestino a Montevideo, y, particularmente, los interrogatorios del Conejo en las instancias previas del montaje del operativo en el chalé Susy de Solymar –para legalizar el traslado clandestino–, en el que Medina actuó de falso preso. En el relato, Sara reconstruyó el periplo en auto por las calles de Montevideo junto con Medina, un elemento que se agrega al expediente para confirmar el protagonismo del ex granadero en la desaparición de más de una veintena de detenidos.
Las argucias de Medina deberían haber avergonzado a sus jóvenes abogados. El Conejo pasó por alto la afirmación de Sara de que, durante un interrogatorio en el sid, él le mostró una foto de Bernardo Arnone, un militante del pvp secuestrado en Orletti y desaparecido en setiembre de 1976, lo que revelaba que el ex granadero conocido como “306” estaba íntimamente vinculado con aquellos operativos. ¿Sabía Sara que Arnone tenía un ojo de vidrio? No. Ajá, ello demuestra que Sara no conocía al detenido desaparecido y por tanto el testimonio sobre la foto es inválido. Con contradicciones de ese tenor, Medina reveló que dispone de tiempo para estudiar los innumerables testimonios de Sara desde que fue liberada en 1984 y de este modo ganar tiempo, un recurso que juega peligrosamente con la paciencia de los magistrados.
Llegado a un punto, la fiscal Guianze protestó por aquel interrogatorio inaudito y anunció su decisión de abandonar el despacho, impotente ante la burda manipulación. Sara no tenía la opción de retirarse, pero igual dejó sentada su protesta por una instancia que la obligaba a repetir una y otra vez lo que ya estaba consignado en el expediente. Los abogados defensores después pidieron disculpas aduciendo que no conocían en detalle el contenido del expediente, puesto que recién se hacían cargo de la defensa.
Así, Medina se permitía cuestionar a su víctima mientras guardaba silencio sobre sus responsabilidades: su calidad de secuestrador y torturador en Orletti;; su condición de apropiador de Macarena Gelman recién nacida;; su participación en el asesinato de la madre, María Claudia García de Gelman;; y su participación en los interrogatorios y la desaparición de Julio Castro. También se podrían mencionar sus récords posteriores a la reinstitucionalización democrática: su papel como integrante de la banda que ingresaba dólares falsos a Brasil y su intento, junto con José Gavazzo, de imprimir moneda brasileña falsa en Uruguay.
Habrá que esperar la resolución del juez Charles sobre el pedido de la fiscal, y valorar en qué medida el careo, más que una instancia de defensa, constituyó un intento de desacreditar a una figura emblemática de la lucha por los derechos humanos. No es casual que la crónica de El País titulara: “Medina evaluará denuncia a Méndez. En careo ante el juez mantuvieron sus versiones”. Resulta que ahora los asesinatos, las desapariciones, el robo de niños son versiones, no hechos.
Sabedor de que, mientras no aparezcan los archivos secretos de la dictadura, puede darse el lujo de negar lo evidente ante los magistrados, Medina sigue el juego de lo que su mentor, el general Iván Paulós, califica como “operativos psicopolíticos”. Es un lujo que puede darse detrás de las rejas: seguir torturando a distancia. Otra expresión de la impunidad desvergonzada que se acabará más temprano que tarde.
Tomado de Brecha Digital, 21/11/2008