UNO, DOS, VARIOS PAISES
Publicado el 16/09/08 a las 10:52 pm
El viernes 5 de setiembre, el Congreso del Pueblo se instaló en los locales de la Universidad de la República. En los salones de clase funcionaron las varias mesas sobre «País social», «País Productivo» y «País Democrático», y allí, en vez de profesores y alumnos, se veía una mezcla difícil de encontrar en otras reuniones, congresos o debates. Era una mezcla de sindicalistas, estudiantes, gente del Interior con gente de Montevideo, y sobre todo, de jóvenes. (¿Pero no era que los jóvenes no participaban en política?, podía alguien preguntarse. Al parecer, sí lo hacen, cuando a ello son convocados). Así, y bajo un cierto clima de «obreros y estudiantes, unidos y adelante», se llevaba a cabo el II Congreso del Pueblo.
Fue en 1965 que tuvo lugar el I Congreso del Pueblo, en una década que tuvo como protagonistas al movimiento sindical y al movimiento estudiantil. Fueron las luchas de entonces las que permitieron la unificación del movimiento sindical (lo que ocurrió con la creación de la CNT). Pero otros vientos soplaban.
El I Congreso de Pueblo se hizo contra un gobierno considerado conservador, y en plena crisis económica del país (aunque la crisis se profundizaría después, a un punto que sus protagonistas difícilmente hubieran previsto). El II Congreso del Pueblo se hace cuando por primera vez en la historia del país asume un gobierno de izquierda. Al mismo tiempo, se hace en medio de un ciclo de auge económico, como el que el país no conoce desde hace, al menos diez años (sólo comparable a inicios de la década de los noventa). ¿Cuál es el objetivo de realizar este Congreso?
Algunos medios de prensa, al recoger la crónica de estas actividades (en general, poco relevada) interpretan que el Congreso del Pueblo se ha transformado en el lugar y el refugio de una izquierda «radical», que ha perdido peso frente a una elite gubernamental «pragmática» y cohesionada por el ejercicio del poder. Otros interpretan al Congreso del Pueblo como gestionado por grupos de izquierda con bajo peso electoral y alguna capacidad de movilización. Sin embargo, olvidan que el PIT-CNT y la Universidad, dos instituciones donde conviven visiones políticas muy diferentes, son las instituciones de referencia más importantes que hicieron a la organización de este Congreso, y sin las cuales difícilmente esta iniciativa hubiera podido llevarse adelante.
El documento «Programa de soluciones», que fue la base de la discusión que tuvo lugar en estos días, merece un análisis un poco más detenido. Sin duda hay ahí un diagnóstico sobre el país, o al menos una visión, que nos hace pensar en la convivencia de varios Uruguay simultáneamente. El Uruguay del gobierno y del Congreso, el Uruguay de cada medio de prensa, el Uruguay del gobierno y el de la oposición, el Uruguay de los empresarios y el de los trabajadores.
«Quienes dominan el país son los grandes grupos terratenientes», comienza diciendo el documento, y «nunca como ahora han visto incrementadas sus enormes ganancias». Y también sentencia: «nosotros generamos la riqueza. Es la hora impostergable de distribuirla». Para ello, se propone un Programa de Soluciones, en sus tres secciones. En la primera (País Productivo), se incluyen medidas relativas a la propiedad de la tierra (y los límites a la extranjerización de la misma), la elaboración de un Plan Agrario Nacional, el incentivo a la creación de una flota pesquera nacional, la promoción de una política de créditos productivos de bajo interés, al estímulo a las empresas recuperadas, la política de salario mínimo vinculada a la canasta básica, así como la des-privatización de los fondos de pensión (AFAP), la eliminación del secreto bancario, la restricción futura de la instalación de nuevas zonas francas, la exoneración de impuestos de productos básicos, la eliminación del IRPF o la reactivación del sistema ferroviario.
En el País Social (que comienza con la cita «sean los orientales tan ilustrados como valientes»), el Congreso del Pueblo hace suyos tanto los postulados del Congreso de la Educación (Julio Castro) y su rechazo al proyecto de ley presentado por el MEC, como la propuesta de reforma universitaria y de ley orgánica. Reafirma su apoyo a la anulación de la Ley de Caducidad y al proyecto de Ley de Salud Reproductiva. En cuanto al País Democrático, uno de los platos fuertes de esta propuesta es la reforma del Estado, como no podía ser de otro modo, tratándose de la izquierda (para quien el Estado es la institución central del desarrollo). A partir del cuestionamiento a las filosofías contenidas en las «reformas financiadas por organismos internacionales de crédito como el FMI, el Banco Mundial y el BID se señala que la reforma del Estado no puede ser sólo la reformulación del aparato administrativo para hacer más eficiente un Estado que funciona como «mero garante y sustento de las decisiones de los empresarios», sino uno que sea «el promotor fundamental de las actividades económicas del país». Ello implica el rechazo a las privatizaciones, la defensa del mantenimiento de las empresas públicas en manos del Estado, así como el fortalecimiento de las mismas.
Mientras tanto, en diversos lugares e instituciones (incluyendo las iniciativas recientes de la Fundación Líber Seregni) se está discutiendo el programa del Frente Amplio y lo que este programa contendrá como futuras medidas de gobierno. Ello implica, en cada una de estas instituciones, o en los partidos del FA que impulsan tales actividades (como el Partido Socialista), la participación activa de representantes del gobierno. El clima de reflexión allí es diferente. Desde el gobierno se analiza lo que se hizo, las dificultades que se encontraron, el necesario «pragmatismo» que hay que asumir en relación a las ideas y proyectos que se tenían en el programa. Y es desde allí que se definen los rumbos a tomar en caso de que el FA vuelva a ser gobierno. El clima de discusión, los problemas jerarquizados, y las personas, son distintos en uno y otro ámbito. Así que de la misma manera que al leer un diario y otro, uno tiene la impresión de habitar en países diferentes, estos ámbitos, aún viniendo del mismo corazón de la izquierda, parecen remitir, por lo menos a «países de izquierda» diferentes.
Y sin duda, no hay «un país», sino varios, aún con las escasas dimensiones del nuestro. Una encuesta de opinión pública realizada en el año 2007 revelaba que, según el lugar en el que estamos, los problemas que vemos. El desempleo fue el principal problema mencionado en esta encuesta, pero lo era porque afectaba a los más pobres y a una parte de la clase media (la de abajo). Entre los sectores socioeconómicos de mayor poder adquisitivo, el problema no era mencionado. Exactamente lo contrario ocurría con la preocupación por la «inseguridad»: este fenómeno preocupaba a los sectores medios y altos, pero no a los más pobres.
Quizá el mejor ejemplo de la convivencia de varios países en uno lo pone en evidencia una encuesta realizada a dirigentes sindicales, dirigentes empresariales, parlamentarios y alta burocracia pública en el año 2007. Se les preguntaba sobre el grado de desigualdad existente en Uruguay. La mayoría de los sindicalistas y los parlamentarios pensaba que el país era muy o bastante desigual: sólo entre los empresarios esta relación se invertía y eran más los que pensaban que el país era «poco desigual» que los que pensaban que el país era muy o bastante desigual. Asimismo, cuando se les preguntaba si el gobierno jerarquizaba más bien la distribución o el crecimiento, los sindicalistas pensaban que se jerarquizaba el crecimiento (y debía jerarquizarse la distribución) y los empresarios que se privilegiaba la distribución por sobre la inversión y el crecimiento, y que debía hacerse exactamente lo contrario.
¿Cuál es la verdad en relación a estas cosas? Probablemente no exista una verdad, sino tantas percepciones (y preferencias) como lugares ocupamos en la vida. No cabe duda que la «razón de los muchos» debe tener un peso muy diferente al de la «razón de los pocos», por muy ilustrados que sean. Ni tampoco que razón alguna podrá imponerse, a menos que logremos convencer a los otros. En el mundo de la política, a diferencia del mundo de la fuerza, el poder, para ejercerse, debe convencer.
Tomado de La República, 8/9/08.
Juan Antunez
Sep 23rd, 2008
Estimado compañero Vera: muy buen «COMPAÑERO», LAS NOTAS DE C.MOREIRA,STIGLIZT y EMIR. dan para pensar. Lo que pediría a ustedes sería el Informe final del » II CONGRESO DEL PUEBLO «. Si me lo pueden enviar te lo agradezco. Un abrazo a todos los compa, en especial a ti y Coitiño.
Antunez