Imputables
Publicado el 11/08/08 a las 12:00 am
Escribe: Marcelo Jelen
Todas las fuerzas del viejo Uruguay se han unido en santa cruzada para acosar a este fantasma: todos los ex presidentes, los comités ejecutivos y honorables directorios de los partidos tradicionales, periodistas que piensan y hablan con faltas de ortografía, y hasta antiguos guerrilleros y modernos oficialistas, que reclaman en público un aumento de salarios para los policías sin avisarle a la ministra del Interior, o sugieren encerrar a los adolescentes infractores en los cuarteles.
De este hecho resulta una doble enseñanza: que la criminalidad ya es reconocida como una fuerza por todos los partidos, y que es hora de dejar de plagiar manifiestos y repetir recetas fracasadas. Porque la sensación pasó de térmica a olfativa.
Un virtual candidato presidencial, asesorado por el ex ministro del Interior que compró celdas de chapa, usadas por los presos para fabricarse puñales caseros, quiere importar la “tolerancia cero” a la neoyorquina.
El delfín de un ex presidente orgulloso de no haber perdido ni una huelga califica a la actual ministra del ramo de “soberbia”. El sector de un ex jefe de Estado embanderado con la contención del gasto público propone construir cuatro cárceles por año, y subirles el sueldo a los policías en año electoral. El único ex presidente que pretende reincidir, el mismo que llevó el salario de los azules al nivel más bajo del presente ciclo democrático y soportó en silencio una escandalosa insubordinación militar, le recordó a la ministra que “la autoridad ejercida dentro de las normas legales es legítima” y que “es omisión cuando no se la hace sentir”.
Este gobierno, que dista mucho, muchísimo de la perfección, se ve obligado a soportar tales recomendaciones de quienes, en ejercicio del poder: a) dejaron sueltos en las calles a los peores criminales de la historia del país y hasta los premiaron; b) impusieron el consumo como regla de la felicidad, convirtiendo en infelices a muchos que veían de lejos ese desfile de whisky escocés, perfume francés y camionetas cuatro por cuatro; c) obviaron algo tan elemental como la rehabilitación y la educación de los menores infractores; d) desatendieron la superpoblación de las prisiones; e) dejaron que el territorio uruguayo se consolidara como centro de abastecimiento y distribución del narcotráfico, y que el consumo de pasta base se volviera parte del panorama urbano; f ) desalentaron el ingreso a las fuerzas de seguridad: los policías de ahora son pobres con pistolas Glock; g) promovieron una cultura de la impunidad que resultó un formidable aliciente para el delito: bajo su imperio, ningún funcionario en ejercicio fue procesado por un juez penal.
Ninguno de ellos parece recordar que una de las primeras medidas adoptadas en democracia en materia de seguridad ciudadana fue usar un motín como excusa para vaciar una cárcel y llevar a los presos lejos de sus familias. El ministro del Interior que condujo el proceso se convirtió, años después, en director del shopping center construido en esa antigua penitenciaría. Esto es más que una anécdota o un símbolo.
Dice demasiado de la dellincuentsia, la elite política que poco hizo por la seguridad cuando gobernaba, que hoy se queja por su falta, y que formula iniciativas impracticables y contraproducentes desde una supuesta solvencia técnica o científica. Y que encima trata de soberbia e insensible a la actual ministra, o se burla de ella porque anda a caballo, canta tangos y le gustan los boleros.
Mientras la Policía se vaciaba, mientras los centros de reclusión de menores infractores se convertían en escuelitas del crimen y las cárceles de adultos en universidades, la dellincuentsia endurecía las penas y creaba nuevas tipologías delictivas. Nada de eso sirvió: el paisaje grotesco que pinta la crónica roja televisiva responde a la incompetencia de gobiernos pasados, no a las acciones y omisiones del de ahora.
La inseguridad ocupa en la ya iniciada campaña electoral el lugar que en las anteriores tuvo el impuesto a la renta: el palito de abollar ideologías de izquierda. La recalcan los mismos dirigentes políticos que la propiciaron, quienes insisten con sus añejos errores y se inventan otros nuevos: la tolerancia cero, la imputabilidad de los menores de edad, las técnicas y los malos modales de los detectives de serial televisiva. O exigen lo que antes no hicieron, como contratar agentes, aumentarles el sueldo y construir prisiones habitables. Si siguen así, las propuestas más decentes sobre seguridad pública desde los partidos tradicionales serán las del Movimiento Plancha.
Tomado de La Diaria, 8 de agosto de 2008.