Establecer como página de inicio

Partido por la Victoria del Pueblo ANULAR LA LEY DE IMPUNIDAD

 

 

¿En qué situación estamos?

Escribe Hugo Cores

 

El 31 de octubre muchos de nosotros dijimos o escribimos que el triunfo de la izquierda era el “fin de una era”.

Pensado en términos de acción política, creo que para encarar “lo nuevo” deberíamos intentar describir con un poco más de detenimiento lo que se dejó atrás. Ese panorama que, ahora, estamos empeñados en plasmar.

Lo primero que constatamos es que hay muchos factores que componen la realidad que viene costando dejar atrás: en el Estado, en la sociedad, en la cultura, en la convivencia.

El desprecio por lo público y la postración ante lo privado. La defensa del privilegio donde subsiste la exclusión y las desigualdades sociales. La adoración por la ganancia individual a cualquier costo, en desmedro de la acción solidaria, humanitaria y generosa. Las presiones externas que pretenden arrebatarnos la soberanía.

¿En qué clase de proceso de cambio estamos?

No desdeño otros esfuerzos de cambio hechos desde la sociedad. Pero en nuestra experiencia uruguaya lo esencial, lo bueno y lo malo, ha sido hecho por tendencias o partidos políticos, procurando actuar desde el poder del Estado. Y en ese terreno se definirá el futuro. En la lucha de intereses sociales y económicos expresada en lucha de partidos. No de logias militares o civiles ni de sectas laicas o religiosas, partidos.

Uruguay buscando el cambio.

Veamos tres formas ensayadas. La primera, vigente durante decenas de años, fue la de procurar la mejora social a través de la acción de los partidos tradicionales. Fue la conducta que asumieron hombres de izquierda que, vistas las dificultades de implantación de sus propuestas, ingresaron a los partidos tradicionales para incidir desde adentro.

Carnelli en el P. Nacional. Domingo Arena, Carlos Balzán, Julio César Grauert, Zelmar Michelini en el coloradismo. Otros, como Frugoni se proponían actuar como “picana” de las ideas avanzadas.

El propio José Batlle era, en cierto modo, un “intruso” en el conservador P. Colorado, de tendencias reaccionarias, confesionales y mitristas.

Gran parte de su obra, nacionalista, reformista, anticipadamente social-democrática fue con la oposición enconada del riverismo y otras tendencias conservadoras. Pero su empuje, en gran parte funcionó. El país estaba casi todo por hacerse. Sus logros como nación fueron dando un sentido intacto de dignidad y soberanía al que se plegaron algunos blancos y gente de izquierda.

100 años después ¿alguien piensa que es posible construir algo favorable al país desde el interior del P. Colorado, o del P. Nacional? Preguntarlo es responderlo.

La vía insurreccional

En los sesenta los partidos tradicionales dieron las primeras señales de agotamiento. Las clases explotadoras impulsaron e impusieron sus políticas.

No sin fuertes resistencias populares, el Estado se hizo cada vez más autoritario y se volvió un instrumento de los grandes empresarios que iniciaron su largo agosto de acumulación.

Como ya muchos de ellos no creían en el país, gran parte de sus ganancias la empezaron a colocar en bancos extranjeros. Una larga cosecha de beneficios que no ha finalizado.

El grueso de los partidos tradicionales y más tarde los mandos militares, impulsaron y usufructuaron del triunfo de ese proyecto antipopular, que aumentó el endeudamiento externo y la dependencia.

La democracia fue vaciada de contenido. Una parte de la izquierda: socialistas, católicos de izquierda (éstos entre los primeros), marxistas, anarquistas, tupamaros, entre otros, creímos en que, cerradas todas las vías, el único camino era el de la lucha armada. Se emprendió. Pero esa vía fue derrotada. Ya sabemos a qué costo.

La lucha democrática.

Derrotada en parte la dictadura, la izquierda, en forma unánime, decidió transitar los caminos de la democracia. Una democracia que había que deslastrar de sus escorias autoritarias, elitistas y clasistas. Una democracia a profundizar. Es en esa fase de la lucha en la que estamos.

Procurando ensanchar todo el potencial de participación popular, de transparencia, de defensa de los derechos humanos que las instituciones tienen en estado embrionario o que no tienen pero que pueden adquirir si así se lo propone el pueblo.

Una democracia sin impunidad, con pleno ejercicio de los derechos sindicales, con libre acceso a la información. Una democracia que se haga cargo de la gigantesca deuda social que el país arrastra. Una democracia más igualitaria, con salud, techo y educación para todos.

Una democracia en la que prevalezca el principio republicano de la igualdad de todos ante la ley. Una democracia con soberanía y acción latinoamericanista, enfrentada al Imperio y su arrogancia.

El gobierno actual

En el accionar del gobierno progresista se perciben actos positivos y a la vez, incomprensibles posiciones ajenas a nuestra identidad y a nuestro programa. Los actos positivos importa jerarquizarlos porque desde abajo debemos defenderlos: la ley que garantiza el ejercicio de la actividad sindical para los trabajadores es un paso sumamente importante. Abre camino para que más gente se organice y piense sus problemas colectivamente, a la luz de sus necesidades y las del  resto de los trabajadores.

Los planes proyectados en la salud son un factor de notable progreso no solo sanitario sino de justicia social. La organización  de los usuarios de los servicios de salud, que empieza a desarrollarse cada vez con más impulso en los barrios, es una clave importante para el desarrollo de todo el proyecto frenteamplista.

La conducción del BPS también marca un rumbo social inequívoco, como la del Ministerio del Interior y el de Desarrollo Social, pese a la tremenda escasez de recursos.

El gobierno, rompiendo con el quietismo cómplice, ha puesto el tema de la verdad y la memoria histórica al rojo vivo. Y en eso merece el respaldo popular que haga posible derrotar la mentira y el ocultamiento que anida en las cúpulas militares, en sus aliados en los partidos políticos y en la prensa.

Peligrosos errores y omisiones.

No se pueden seguir demorando las auditorías que permitan conocer y denunciar judicialmente a los corruptos. Y a los responsables del colapso de algunos servicios públicos esenciales.

El hoy se compone de un pasado que estuvo en manos de quienes hoy nos atacan desde el Parlamento y la prensa. La demora en denuncia y en la remoción de los gerentes cómplices es profundamente nociva, tanto para la administración como para las empresas públicas.

¿Cuántos PANES se han robado? Medido en hambre, en falta de atención médica, ¿cuántos?

Si algún jerarca del gobierno o de la administración descentralizada no está dispuesto a ganarse enemigos denunciando a los corruptos, que deje el paso a otro.

Pensar el cambio sin enemigos es una de las peores “utopías” que han florecido en los jardines de la izquierda.

Precisamos un nuevo Estado, con funcionarios que tengan adhesión a la función pública ¿cómo lo haremos si no se toman medidas ejemplarizantes contra los ladrones que dejaron al país en ruinas y al Estado en plena descomposición?

¡Y que todavía engolan la voz para dictarnos normas de conducta!

Por un FA fuerte.

En otro plano, resulta incomprensible la actitud de desvalorización que  está asumiendo núcleo duro del gobierno hacia la organización política, a la que no se le da participación, no se la consulta ni se la informa a tiempo y exhaustivamente.

Aspectos esenciales, como el Presupuesto, la O. Unitas o, ahora, el proyecto de reforma tributaria, son sustraídos de la discusión del pequeño núcleo que participa en su elaboración.

¿Cómo defender al gobierno si no se sabe los fundamentos de sus decisiones? ¿Cómo fomentar la participación democrática de los ciudadanos si como instrumento político de masas el EP-FA-NM carece de vida propia?

Las tareas asumidas por el gobierno no admiten la pasividad social ni el descreimiento.

No se trata de creer en figuras ni en caudillos, que eso nunca fue paradigma de la izquierda (en todo caso, nunca debió haber sido) sino en la acción de colectivos, de organizaciones con información y línea política, capaces de desarrollar su reproducción a partir de la contraposición democrática de opiniones.

Tomado de La República, 24/10/05.

PVP - Partido por la Victoria del Pueblo - Frente Amplio - Uruguay