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Partido por la Victoria del Pueblo ANULAR LA LEY DE IMPUNIDAD

 

 

Daners y Mujica

Escribe: María Urruzola

 

El Comandante en Jefe de la Armada, Vicealmirante Tabaré Daners, propuso una reunión entre "todos los involucrados" que estuvieron "enfrentados" en los años 70-80 (1) , como forma de terminar con el tema de las violaciones a los Derechos Humanos.

Y el ministro José Mujica (2), infaltable entrevistado por cuanto medio de comunicación lo cruza en sus actividades, contestó que él "se entrevera con el tipo que lo baleó", que no tiene ningún problema en reunirse con las Fuerzas Armadas, "con el coronel fulano de tal, con el capitán, con el general, no tengo ningún problema", a condición de que el Presidente de la República se lo ordene, porque él "pertenece a un gobierno".

Esta columna debería ser una carta abierta a ambos, al Vicealmirante Daners y al ministro José Mujica, pero no lo será porque creo que las grandes encrucijadas de la historia las define la gente y no los ocasionales jerarcas o líderes. Daners puso el tema de las violaciones a los derechos humanos en el terreno de los "involucrados"; Mujica le respondió en esa sintonía; por eso me permitiré hacer referencias que me tienen como involucrada.

Esa eventual reunión, si es que llega a suceder, no será en mi nombre, ni el nombre de mi padre Juan Carlos, periodista y comunista, detenido durante 6 años y medio y torturado salvajemente pese a sus 65 años, ni lo será en el nombre de una de mis amigas de militancia, Nibia Sabalsagaray, militante estudiantil comunista, detenida, torturada y asesinada en menos de 24 horas, pese a sus 24 años. Porque ellos no estarán para esa reunión, como tantos otros también ausentes, y la única forma de respetar lo que fue su decisión de vida, y lo que terminó siendo su sacrificio, es que el Uruguay todo entero tenga el coraje de conocer la verdad de su pasado.

Yo puedo entender que el Vicealmirante Daners tenga prisa por dar vuelta la página. Y puedo entender que Mujica haya reflexionado suficiente sobre su historia y la del país como para sentarse a charlar con quienes lo balearon, encarcelaron y torturaron. Pero me cuesta entender tanto afán, mencionado una y otra vez machaconamente por casi todos los que hacen declaraciones (lo que podríamos llamar la opinión publicada, que no es lo mismo ni por asomo que la opinión pública) respecto a la necesidad de encontrar la fórmula para "dar vuelta la página", encontrar "el punto final", y otros giros idiomáticos del estilo, destinados a que no se hable más del pasado.

Yo no quiero dar vuelta ninguna página. No quiero encontrar ningún punto final. No quiero enterrar el pasado con un gran abrazo nacional. Como decía mi viejo, comunista hasta la médula, quiero la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad. Y la quiero, habiendo sido un "poquito" protagonista (la edad no me daba para mucho) porque quiero saber todo lo que no sé, analizar, sopesar, comprender y luego, si la vida me da la oportunidad, metabolizar esa historia con mis descendientes, hijos, sobrinos, nietos, para entender la época que nos tocó, el porqué de lo que vivimos, hicimos y sufrimos, y el sentido de estar vivos sobre la faz de la tierra y cumplir el mandato mínimo de todo ser humano, que es dejar el mundo habiéndolo mejorado al menos un poco.

Es decir: por razones profundamente humanas, porque quiero seguir siendo un ser conciente de su breve pasaje por el universo, leal con mis valores y con quienes me rodean, no quiero dar vuelta ninguna página, y no acepto que nadie lo haga por mi o en mi nombre. Y además, porque estoy de acuerdo en que todos fuimos responsables, pero no estoy de acuerdo en que todos fuimos culpables.

La diferencia, es muy grande.

Los responsables deberemos rendir cuentas ante nuestros hijos, ante nuestro entorno, tal vez ante la historia, y seguramente ante nuestra conciencia. Los culpables deberán rendir cuentas ante la justicia, ante la legalidad que sí nos ampara a todos en un gran abrazo constitucional. Y esa diferencia, entre responsables y culpables, es la que se quiere omitir, diluir, con tanto afán por dar vuelta páginas o encontrar puntos finales. Es hora de que se asuma que no existen los puntos finales sociales o culturales, y que se comprenda que los que no están, los ausentes por desaparición, asesinato o muerte prematura, legaron un mandato éticamente ineludible que muchos queremos cumplir.

Notas

(1) http://www.espectador.com/nota.php?idNota=49036

(2) Miércoles 17, Canal 12, Telemundo.

 Publicado en Montevideo.comm el 19.08.2005.

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