Votos de izquierda
Publicado el 22/10/14 a las 11:25 pm
Por Pablo Anzalone
Secretario General del PVP Lista 3311
Más que una fotografía, más que ubicarnos en el rol del espectador, y a lo sumo votante, creemos en la construcción de un espacio de izquierda dentro del Frente Amplio.
Un espacio diverso pero comprometido, que trabaje dentro de la fuerza política para cambiarla, que promueva la participación de las organizaciones sociales en los cambios y que asuma los roles en el gobierno como oportunidades de gestión transformadora y participativa.
Reivindicamos una actitud crítica, pero no prescindente. La teoría que las mayorías parlamentarias no son buenas es absurda. Depende cual sea su signo. Si la derecha tiene las mayorías, podrá derogar las leyes avanzadas e impedir la aprobación de otras.
Minimizar este componente de la realidad política proponiendo votar fuera del FA en octubre para después apoyarlo en el balotaje, no es una opción izquierdista. Persigue dejar al FA condicionado por mayorías de derecha en el parlamento. Condena la posibilidad de nuevas leyes de avanzada pero además pone en riesgo las ya existentes. Cuando Lacalle dice que armará una ley de urgencia donde derogue todas juntas la ley de regulación del cannabis, la ley de responsabilidad empresarial, la ley de interrupción del embarazo, y ainda mais, ¿de dónde piensa sacar las mayorías parlamentarias? De la elección de octubre, esa que se minimiza y que insólitamente se pretende erigir como un voto castigo.
Malestares ¿Queja o combustible de cambio?
Algunos militantes de izquierda se han sentido decepcionados por el Frente Amplio y sus gobiernos. Se plantean la duda de votar o no al FA. Voto castigo, al menos en primera vuelta.
Es muy fuerte la disyuntiva entre un gobierno de la derecha representada nada menos que por Lacalle y Bordaberry y un nuevo gobierno del Frente Amplio. Pero los malestares de diverso tipo se viven intensamente y pueden conducir a un error político grave.
Las críticas, en algunos, están vinculadas a proyectos como Aratirí, (aunque ahora esté medio pinchado) a la inversión extranjera directa y su vinculación con el crecimiento económico. Compartimos la necesidad de debatir en profundidad estos temas. Tampoco hacer reducciones simplistas y facilistas que los convierta en meras consignas. Hay que contribuir a un debate del modelo de desarrollo que agregue valor e inteligencia a nuestras cadenas productivas, que evite la concentración de la riqueza y la propiedad y que preserve el medio ambiente para las generaciones venideras. No se resuelve con voto castigo.
Hay enfoques críticos que minimizan los avances sociales y en eso se equivocan mucho: consejos de salarios, incremento del 46% en el salario real, desocupación del 6%, formalización del empleo casi un 80%, descenso de la pobreza de 40 a 11,5%, de la indigencia de 4,7 a 0,5%. No son pasos menores para los sectores populares y destacarlos no impide denunciar todo lo que falta en calidad del empleo, en intervenciones integradoras frente a la fractura social que persiste, en la situación de la primera infancia y los jóvenes, en participación política de las mujeres, en reducción de la violencia.
Los avances en la agenda de derechos son directamente ignorados por estos puntos de vista.
Mirar América Latina con una perspectiva histórica muestra que la izquierda ha iniciado cambios relevantes en un rumbo de mayor justicia social. Uruguay presenta cifras destacables en ese sentido. ¿Desde qué pedestal podemos quitar valor a esto?
Tal vez no sea lo que soñamos en los años 70. Todos los procesos revolucionarios merecen una autocrítica seria y no autocomplaciente. Maximizar las discrepancias actuales es una manera un poco amnésica de pararse frente a estos procesos. ¿No recordamos las diferencias existentes en el 71, en el 72, en el 73, luego en la salida de la dictadura, discrepancias de estrategia política que pesaban tanto o más que las ideológicas? Las más actuales sobre Mercosur y Tratados de Libre Comercio. La Convención Nacional de Trabajadores fue posible por la síntesis de tendencias muy diferentes. También el Frente Amplio. Unidad y lucha ideológica no son nuevos en el movimiento popular. En todo caso, habría que demostrar que el voto castigo resolvería mejor esta ecuación política que siempre le abrió caminos a la izquierda.
No es fácil gobernar en un contexto internacional y nacional complejo, en una sociedad donde los valores conservadores, machistas, discriminadores siguen siendo hegemónicos.
Hay procesos de transformación que no se decretan sino que se deben forjar en el trabajo con la gente. Si no hay cabezas distintas y otros valores ¿de dónde saldrá la fuerza para generar opciones más de izquierda?
Hay disyuntivas, encrucijadas que han generado debates importantes dentro del FA y en la sociedad. Los debates son ferméntales. Acumular fuerza social y política significa sostener críticamente al Frente Amplio y alcanzar un nuevo gobierno. Todo lo demás le da las mayorías parlamentarias a la derecha.
No hay radicalidad en serio sin unidad.
Por la sencilla razón que lograr cambios profundos requiere construir las fuerzas necesarias y ello no se logra apostando a la fragmentación. La división en el campo popular solo lo debilita.
Una visión simplificadora que se autoasigna la verdad revelada empobrece la discusión y omite la necesidad de acumulación de fuerzas en el plano ideológico, en el plano cultural, en el social y en el político.
No nos resignamos a los límites que el capitalismo pone al desarrollo humano.
Somos conscientes que la concepción de una sociedad socialista o postcapitalista requiere una profunda búsqueda más que recetas. Y una revisión muy crítica de las experiencias que se llevaron adelante bajo esa bandera en el siglo XX. Es un camino y no un resultado acabado.
En ese camino importa cada paso que demos para reducir las desigualdades, dignificar la vida de la gente, lograr mejor salud, educación, calidad de vida, participación democrática, valores solidarios e integradores. Vale la pena, cada uno de ellos.
El FA ha sido toda su vida un abanico de concepciones y lo es hoy en día. Con un programa único producto de arduos debates y con una voluntad unitaria que lo sostiene como fuerza política. La táctica del voto en blanco o a los sectores extra frenteamplistas en octubre contribuye al predominio dentro del FA de las concepciones con las que se dice discrepar. Validar el argumento del voto útil para el balotaje pero negarlo en la elección parlamentaria supone que las correlaciones de fuerzas en el FA no van a cambiar nunca y más aún que no vale la pena luchar para ese cambio. Renovación en ideas, en formas de hacer política, en participación de mujeres y jóvenes, cada vez más necesaria.
Como PVP y Espacio 567 promovemos la candidatura de Constanza y la 3311 como lista unitaria. La Casa Grande es un espacio diverso y todos hemos hecho esfuerzos para construirlo. Continuaremos contribuyendo a la unidad y el triunfo del Frente Amplio con una opinión crítica y de izquierda.
