“Yo quiero que a mí me cuiden porque yo quiero crecer…”
Publicado el 06/04/14 a las 7:53 pm
Pablo Martinis, Martha Delgado, Leonardo Ferrer, Fernando Borgia, Rossana Cortazzo y demás integrantes de la comisión de educación de la 567.
Pensar el desarrollo de la educación básica uruguaya en el próximo quinquenio supone un doble ejercicio. Por una parte, mirar hacia atrás tomando nota de las transformaciones producidas en los últimos diez años; por otra, mirar hacia adelante concibiendo procesos de transformación a mediano plazo (15 – 20 años) en consonancia con un proyecto de desarrollo nacional.
Realizar estos ejercicios supone renunciar tanto a la complacencia (creer que todo se ha hecho de la mejor manera), como a la crítica irracional que es incapaz de asumir los logros obtenidos. También supone dejar volar la imaginación para poder concebir un mañana que no tiene que ser simplemente la repetición de lo que hay hoy.
Urge desarticular el sentido común instalado en la sociedad uruguaya según el cual el problema de la educación uruguaya se encuentra exclusivamente en la enseñanza media. Lecturas simplificadoras solamente pueden ser base para propuestas igualmente simples. Enfrentar los problemas de la educación uruguaya para dar continuidad a un proceso de transformación radical de la misma requiere de miradas que piensen el sistema educativo en su conjunto, sin concesiones.
Desde la intencionalidad señalada planteamos a continuación algunas líneas prioritarias de orientación para los próximos cinco años, en consonancia con las definiciones programáticas que ha desarrollado el Frente Amplio.
Nuestras propuestas
Educación inicial: extender su obligatoriedad a los 3 años, generando una fuerte articulación que permita integrarla dentro de un sistema nacional de cuidados que garantice condiciones de vida y desarrollo adecuadas a todos los niños desde el momento de la gestación. Aquí reside una de las claves fundamentales para la conformación de niños y niñas capaces de integrarse socialmente y de acceder a los saberes que les ofrece la educación.
Educación primaria: profundizar los esfuerzos actualmente en curso en para la conformación de un nuevo modelo de escuela. Esta debe ser de carácter comunitario y de tiempo extendido para todos los estudiantes, garantizando que la mitad de la carga horaria se destine a la adquisición de los conocimientos definidos en cada nivel y la otra mitad a actividades complementarias que expandan y pluralicen las formas de acceso a las diversas manifestaciones culturales.
Para esta escuela, es posible concebir un cargo docente de cuarenta horas. Treinta dedicadas al trabajo directo con los niños y otras diez para actividades de planificación, evaluación, análisis de prácticas y formación. A su vez, resulta relevante favorecer la especialización de los maestros en diversas áreas de conocimientos a los efectos de superar el modelo de docente generalista y favorecer el trabajo con cada grupo de niños de un colectivo de tres o cuatros maestros.
Valorar integralmente la tarea docente favorecerá el reconocimiento a través del contrato de trabajo de las horas que los docentes dedican a actividades que hoy no son reconocidas salarialmente. A su vez, genera espacios para que otros profesionales de la educación puedan desarrollar tareas en las escuelas, ampliando las propuestas educativas y culturales.
Este modelo de escuela requiere otros espacios para el desarrollo de la actividad educativa: infraestructura digna para trabajo en proyectos, experimentación, actividad física, alimentación, entre otras acciones que es posible y necesario concebir para volver a ubicar a nuestra escuela pública en el lugar de privilegio que le corresponde.
Este modelo debería garantizar la circulación social de niños y niñas, quebrando la tendencia a la guetización que es posible apreciar actualmente. Para ello, sería necesario aumentar las salidas didácticas y recreativas, potenciando el conocimiento de realidades diferentes a las cotidianas así como la interacción con niños y niñas que viven realidades diversas.
Además, debería ser posible que nuestros niños y niñas vivencien experiencias educativas que puedan potenciar sus capacidades de aprendizaje. Ello, combinado con una vigorosa política de infancia y adolescencia que garantice la satisfacción de otras necesidades claves en estas etapas de crecimiento humano, podría sentar las bases para un modelo educativo en el que la repetición de un grado escolar careciera de sentido, ya que estarían aseguradas las condiciones para aprender. Una escuela que pueda producir egresos en las edades teóricamente establecidas será la mejor arma para abatir el fracaso educativo en el comienzo de la enseñanza media.
En lo que tiene que ver con la educación media básica, un elemento que parece indispensable es el de concebir un sistema integrado por instituciones a “escala humana”. Estas no deberían exceder los 300 estudiantes, organizados en grupos de a 25. Si bien es claro que una transformación como la propuesta supondría la necesidad de construir y luego sostener aproximadamente 50 nuevas instituciones educativas, la contraparte de este esfuerzo sería la efectiva universalización del ciclo en instituciones educativas que hagan posible un trabajo personalizado con cada uno de los estudiantes que lo requieran.
Es necesario recordar que aún no se ha cumplido con la incorporación del componente técnico y tecnológico en toda la enseñanza media, tal como se estableció en la Ley 18.437. Ello debería ser una prioridad para el futuro próximo, ya que supone una de las claves fundamentales para hacer efectiva una formación que vincule más estrechamente a nuestra educación con las transformaciones en curso en la cultura contemporánea.
Hasta aquí hemos planteado un par de aspectos que buscan sostener una transformación de nuestra educación media básica que resulta, a todas luces, imprescindible. Urge transformar la estructura de todo el sistema para que haga lugar a todos los adolescentes y les proponga participar de una misma experiencia educativa con los integrantes de su misma generación. Un primer paso para ello podría ser rescatar los aspectos valiosos que han tenido las experiencias focalizadas, trasladando su aplicación a todo el sistema. Aquí, un aporte a considerar podría ser el de la semestralización del currículo.
Así como se planteó con relación a Primaria, al docente de educación media debería asegurársele el reconocimiento de horas pagas para planificación, evaluación, análisis de las prácticas y formación.
Poner en práctica las propuestas aquí esbozadas para el conjunto de la enseñanza básica en nuestro país supone la necesidad de poner en discusión los modos en que actualmente estamos organizando las prácticas educativas. También supone apertura para poder hacer las cosas de otro modo, espacios para que los colectivos docentes debatan acerca de la temática, ámbitos para que la sociedad en su conjunto pueda ser escuchada (aquí está faltando instalar los Consejos de Participación previstos en la Ley 18.437) y una firme voluntad de destinar mayores recursos al sostenimiento de nuestra educación. En esa dirección van los aportes aquí presentados.